Por: Ernesto Pérez Chang

La Habana/ 28-8-2014

En municipio 10 de Octubre, más de la mitad no reúne condiciones mínimas para garantizar la integridad física de los estudiantes, debido al deterioro de las construcciones, algunas con más de un siglo de vida

Según declaraciones de Ena Elsa Velázquez Cobiella, Ministra de Educación de Cuba, este 1 de septiembre en las escuelas cubanas comenzará “un curso escolar superior con las condiciones imprescindibles creadas como se merece la sociedad, la familia, el alumnado y la comunidad”.

La televisión oficial ha acompañado las declaraciones de la funcionaria con imágenes donde se puede apreciar brigadas de obreros reparando los planteles en los que, según datos ofrecidos por el propio Ministerio de Educación, este año recibirán clases cerca de un millón 800 mil alumnos de todo el país.

En contradicción con el entusiasmo y el ambiente de éxito con que tratan de contagiar a la teleaudiencia, están las opiniones, en la calle, de estudiantes, padres y profesores que, ante el estado deplorable de un gran número de centros escolares, literalmente abandonados por las instancias de gobierno, temen la ocurrencia de accidentes fatales.

10 de Octubre es uno de los municipios capitalinos que más problemas enfrenta en ese sentido. Más de la mitad de las instalaciones no reúne las condiciones mínimas para garantizar la integridad física de los estudiantes, debido al deterioro de las construcciones, algunas con más de un siglo de existencia.

Un funcionario de la Dirección Provincial de Educación de La Habana, que ha pedido mantenerse en el anonimato por cuestiones de seguridad, afirma que la mayor parte de las reparaciones, sobre todo en las escuelas primarias, no pasan de simples labores de “maquillaje” debido a la escasez de recursos y de mano de obra, en estos momentos desviados hacia otros sectores priorizados por los llamados “planes de reordenamiento económico”.

-Por ejemplo –dijo-, la primaria “República de México”, en el municipio de 10 de Octubre, ocupa un edificio de principios del siglo XIX o finales del XVIII que jamás ha sido sometido a un proceso de restauración como debiera ser. Los pisos superiores, que mantienen las estructuras de madera originales, ya deterioradas, están en peligro de derrumbe y algunas aulas han sido clausuradas, mientras otras, igualmente en mal estado, aún continúan utilizándose. Es evidente que en cualquier momento pueden venirse abajo. Eso sería una tragedia. Sin embargo, no se ha destinado un presupuesto para resolver el problema. Ni siquiera la Oficina del Historiador (de la Ciudad) se ha interesado en el edificio, que antiguamente fue un convento. Solo han autorizado un poco de pintura para la fachada-, comentó el funcionario.

Otro de los centros que clama por una reparación total o por un cierre definitivo es el “Tecnológico Hermanos Gómez”, donde las condiciones de las aulas son verdaderamente lamentables. Paredes rajadas, ausencia de puertas y ventanas, filtraciones en los techos que, como en otros años, obligarán a interrumpir las clases durante días. Aunque la dirección ha reclamado la atención urgente en varias ocasiones, las autoridades no han respondido, nos comenta uno de los profesores.

Esther Ortiz, que fuera profesora de la “Hermanos Ferrer”, en la barriada de Santos Suárez, recuerda las veces que debió sacar del aula a sus alumnos por la caída de trozos de los techos.

-Sobre todo después de los días de lluvia. Ese lugar era un peligro. En cualquier momento todo nos podía caer encima- dice Oritz. -Ahora la cerraron porque no les quedó más remedio, pero jamás se preocuparon por repararla. Aquí, donde doy clases actualmente, aunque la situación no es tan grave como en la “Hermanos Ferrer”, también los techos me dan un poquito de miedo.

A pesar de la gravedad del asunto, ni los informes del Ministerio de Educación ni la prensa oficial dan cuenta de tales riesgos y, como si se tratara de sucesos aislados, solo han trascendido tímidamente aquellos casos que, por su magnitud, no han podido ser ocultados a la opinión pública, como los de la escuela “Julio Grave de Peralta”, en la provincia de Holguín, donde un niño estuvo a punto de perder la vida, o el de la primaria “Eliseo Camaño”, en Luyanó, donde, sin importar el desplome de un techo durante los meses del verano del año 2010, se mantuvo la orden de iniciar el curso, a pesar de las protestas de algunos padres y maestros.

Mientras se recortan los gastos en las reparaciones de escuelas y se ponen en peligro vidas de miles de niños y jóvenes, el Estado cubano destina millones de dólares en recursos para la construcción de grandes hoteles, majestuosas marinas para yates de lujo, mega-puertos inútiles y hasta para la reparación de las lujosas viviendas que habitan los principales dirigentes del país.

Fuente: El País