3 noviembre 2014
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Por Roberto Fernández.
Santiago de Cuba/ 3-11-2014
Nada nuevo en el discurso de un líder controvertido, enciclopédico, icónico de un nuevo futuro, frase que emociona a los dirigentes de la cuna de la revolución, según afirmara esta semana el rotativo Sierra Maestra de esta provincia.
En los últimos meses, la mayoría de las familias de esta ciudad, cuyos ingresos dependen de salarios o pensiones, han visto caer su poder adquisitivo. Esencialmente, por el enorme impacto que ha tenido el recorte de los ingresos de muchas de ellas, pero también porque salarios y pensiones apenas crecen.
La pérdida del poder adquisitivo se acentúa si, al mismo tiempo que baja la renta (y aquí ha jugado un papel destacado la subida de impuestos), los precios aumentan.
Según el Ministerio de Finanzas y Precios, la inflación en este año limita la pérdida de poder adquisitivo: En promedio, se pueden comprar más productos y más servicios que hace un año pese a que nos hayan congelado salarios o pensiones.
Además de esta perspectiva individual (micro), hay un punto de vista agregado (macro), que jugaría en favor de los países más afectados por la crisis, como Cuba. Porque la moderación salarial (o, en muchos casos, el recorte de salarios) y de precios es un objetivo de la política económica del gobierno, que pretende así recuperar la competitividad perdida respecto a otros países.
La idea es que esos precios más competitivos facilitarían que el gobierno de la Isla exportase más y dependiese menos de las importaciones. Es, en todo caso, una respuesta controvertida, porque el factor precio no es el único determinante de las exportaciones y las importaciones.
Una espiral deflacionista agrava cualquier crisis en Cuba, que necesita generar ingresos públicos y pagar sus deudas. Porque, precisamente, la inflación sería uno de los mejores aliados para esos dos objetivos.
Una inflación moderada suele ser señal de que también suben las rentas salariales y empresariales, con las que se pagan las deudas, cuyo importe, sin embargo, no se ve afectado directamente por la variación de precios. Lo mismo ocurre con los impuestos: su recaudación aumenta si lo hacen las rentas salariales y empresariales.
Lo malo es cuando esos mismos argumentos llevan a los extremos. Las empresas se ven forzadas a bajar precios porque la demanda es muy débil, con las familias al límite por los efectos combinados de la subida de impuestos y la congelación salarial. Si a eso se le suma un abultado volumen de deuda, el incentivo a gastar lo menos posible es obvio. No caben dudas de que el señor presidente sigue estudiando una economía que sueña con aviones.
Fuente: Hablemos Press/ Santiago de Cuba
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