Por: Alejandro Rodríguez
La Habana/ 8-1-2015
A veces me sorprende el optimismo que tenemos los cubanos, que parece ser de una cepa resistente a cuanto cubo de agua fría nos caiga encima. Tantos años han pasado desde que las cosas mejoraban aquí en el sentido en que avanza el tiempo, que mi sorpresa pude ser hasta natural.
Tras la gran Noticia de fin de 2014 -el paso de página en las relaciones Estados Unidos-Cuba- vivimos aquí un inicio de 2015 saturado de optimismos: muchos esperan un año lleno de novedades, especialmente en el plano económico.
Asumen que "los americanos van a empezar a invertir", o que habrá un despegue sin precedentes en el turismo gracias a la eliminación de algunas restricciones que limitan el libre flujo de visitantes norteamericanos a la Isla.
Otros -los menos- han visto las cosas desde el cristal opaco: "lo peor será cuando llegue el 2016 y la gente vea que sus salarios siguen iguales, y que si algo ha cambiado en sus vidas es que ahora son un año más viejos…, porque entonces el desencanto será mayor".
Yo preferiría que la esperanza cubana se fundara en el florecimiento de la agricultura, en que mejore el rendimiento del trabajo, o en la refundación institucional del país, pero lo que podemos hacer desde aquí, con los recursos disponibles ahora mismo, no parece estimular los buenos augurios de nadie, más allá de la arenga triunfal de siempre, cortesías de la prensa nacional.
Una vez con la disposición del Ejecutivo norteamericano de comenzar a desmantelar el embargo o bloqueo, nos falta la claridad de que el gobierno cubano tiene al menos un plan para ir desmontando lo que acá se conoce como "autobloqueo".
Una simple donación de juguetes a un círculo Infantil puede trabarse –y arruinarse- por obra de una burocracia que, junto a la ineptitud de gran parte del funcionariado, tiende a multiplicarse y fortalecerse como la hiedra. Son desgracias antológicas, y tan nacionales como la guayabera.
El transporte público, por ejemplo, se encuentra entre los aspectos desgraciados en que a cada solución o alternativa le sucede un problema aún mayor.
La tracción animal y los camiones privados, paliativos del déficit de equipos en el transporte estatal, han significado a la vez el deterioro de la higiene urbana y el incremento de los accidentes de tránsito. La burocracia que acompaña el otorgamiento de licencias se fija en todo menos en el real estado técnico de los vehículos, y no ha sido capaz de controlar al personal que los maneja.
Muchas veces los ciudadanos tienen ideas valiosas que pueden contribuir a solucionar problemas económicos locales pero, salvo excepciones, deciden no involucrarse: la supervivencia diaria les roba todo el aliento. También la apatía, que es parte ya de la idiosincrasia, y las cicatrices de la censura.
Hay un cuento popular que ilustra -hipérbole mediante-, el tema de nuestra participación como ciudadanos: Si se les pidiera a un alemán, un etíope y un cubano, opinar sobre la escasez de alimentos, el alemán diría desconocer el significado de "escasez", el etíope preguntaría el significado de "alimentos", y el cubano no sabría qué cosa es "opinar".
Entre las muchas cosas que necesitamos en la Isla, yo votaría por la urgencia de una encuestadora pública y confiable, capaz de tomarle el pulso a los cambios.
Luego, por ejemplo, sabríamos a ciencia cierta sobre aquel dilema que tuvo espacio en este propio blog: el de los US$20 mensuales; o sea, si es posible o no vivir aquí con esa cantidad de dinero, y cómo se las arreglan quienes no reciben remesas del exterior, no tienen negocios propios, no roban, y solo ingresan el salario de un empleo estatal.
Existe una dinámica de recolección de criterios ciudadanos, protagonizada por un "grupo de opinión del pueblo" -personas que tributan información al Partido Comunista, obtenida de manera informal en los espacios públicos.
Pero es un mecanismo interno del único partido político con título legal, y opera bajo las rutinas del mismo, que no tienen por qué resultarle confiables a la mayoría de los ciudadanos del país, que por demás nunca se enteran de los resultados de los sondeos.
El protagonismo de la ciudadanía es fundamental en cualquier sociedad que aspire al desarrollo, pero no parece ser aquí, todavía, una prioridad.
Incluso para los posibles beneficiados, la prioridad sigue siendo incrementar el consumo de bienes y servicios, lo cual en Cuba no significa el acceso a un automóvil, a una vivienda propia, o al teléfono celular de moda, sino el uso de papel higiénico en vez de periódicos en los retretes, o la presencia de un poco de carne en la mesa a la hora de cenar.
Fuente: BBC MUNDO.