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24 septiembre 2015 4 24 /09 /septiembre /2015 10:42
El papa reveló, dándonos la espalda, que somos muy, pero que muy importantes. Y no para él, sino para el gobierno mismo

 

Ricardo Alarcón y Manuel Cuesta Morúa

Ricardo Alarcón y Manuel Cuesta Morúa

La Habana/ 24-9-2015

Hay varias maneras de simular inteligencia. Dos son las más comunes: la erudición, que explota el don de almacenaje de la memoria improductiva, y la locuacidad, que abusa de la aptitud humana para aprender palabras. Ambas simulaciones están bien revestidas. Se basan en la paciencia para la lectura. Su mejor baza.

En Cuba abundan este tipo de simulaciones. La razón tiene que ver con nuestra historia pedagógica fundada en la escolástica: la ilación forzada, y erudita, de historias, saberes, situaciones y anécdotas. Recordemos que la función de la escolástica es impresionar a quienes carecen de información con una retahíla de frases inconexas, eficaces si son bien dichas, con propósitos de poder. Asegurar el poder a través del uso estético del lenguaje es la misión más importante de los escolásticos: los antiguos y los modernos.

Ricardo Alarcón, el ex ministro, ex embajador y ex presidente de la Asamblea Nacional, clasifica en este equipo. En su versión moderna. No sólo él. Yo recuerdo otro que tuve bastante cerca, que milita en el mismo equipo pero en su versión antigua. Pero lo de Alarcón pertenece más directamente a la inteligencia conceptual y política del régimen, mientras que la de otros está confinada al uso estético de la historia que a pocos interesa.

“Si todo el mundo pudiera viajar a donde quisiera, la trabazón que habría en los aires fuera enorme”, dijo Alarcón, no dicen que, al entonces estudiante de informática Eliécer Ávila cuando en una reunión con estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas este le preguntó las razones por las que los cubanos no podían viajar al extranjero.

Esta respuesta fue cínica. Revelaba el tipo de desprecio que sienten hacia abajo las elites aristocráticas, pero enseñaba también una falta de inteligencia crucial: la de quienes no se dan cuenta que el modo de manejar la información accesible pone en evidencia nuestra capacidad o incapacidad para explicarnos y hacernos entender frente a los demás. Practicar el desprecio con habilidad demuestra inteligencia; ejercitarlo con torpeza es muestra de que no podemos hacer una pequeña cosa: calibrar el nivel de información para fines externos.

Algo de esto pudimos intuir hace algún tiempo a propósito de un raro debate televisado en Cuba que Alarcón sostuvo con Jorge Más Canosa, ya fallecido, quien fuera presidente-fundador de la Fundación Nacional Cubano-Americana. La incapacidad de aquel para el diálogo y la dialéctica argumental fue demoledora para quienes vivíamos en la ensoñación de que Ricardo Alarcón reinaba en el escaso panteón de los políticos oficiales cubanos con brillantez intelectual.

Pero lo que acaba de decir en una entrevista para el canal NBC atraviesa el techo de la poca inteligencia política en el uso de la información. Su comentario es sesgado, lo que puede ser normal, pero peligroso… para el papa Francisco. Comentó Alarcón: el papa no se reunió con los disidentes porque “estaba muy ocupado para perder tiempo con personas y asuntos que no son importantes”.

Esta proyección del inconsciente colectivo del gobierno cubano es un flaco favor a Francisco. Da a entender que al Vaticano2015 le interesa el poder de los poderosos. Todo lo contrario de lo que el pontificado de Francisco quiere dejar como legado. El silogismo de Alarcón resulta así evidente: el papa solo se reúne con el gobierno, el gobierno es poderoso, luego solo el gobierno es importante.

Ahora bien. A Francisco le interesa el mensaje al revés. Si todo su discurso, en Roma, en Bolivia, en Argentina, en Cuba o en Estados Unidos, debe ser leído y escuchado con seriedad, lo importante para él es lo frágil, lo que no ha sido valorado, lo que los poderosos no consideran importante, aquellos que no han sido servidos por los que deben servir, los menesterosos. Jorge Mario Bergoglio escogió el nombre de Francisco justamente para significar, como corresponde a los franciscanos, que lo humilde, lo no visto, lo despreciado, lo marginal por marginado merece ser revelado, visto, atendido, elevado a la categoría de lo importante.

Para Francisco todo lo que importa es lo que hasta ahora no se le ha dado importancia. Exactamente porque la tiene.

De modo que no reunirse con la disidencia cubana no es prueba de irrelevancia. Es lo contrario. Pone de manifiesto, en la excesiva prudencia política que el papa reveló dándonos la espalda, que somos muy, pero que muy importantes. Y no para él, sino para el gobierno mismo. Para Francisco habría sido más fácil evitar el nerviosismo mediático en el que derivó su silencio hacia la sociedad civil cubana, haciendo un gesto visible de escucha contemplativa. Porque, como los convidados de piedra, la sociedad civil estuvo en el evento sin estar. Tal y como sucedió con la performance convocada por la artista Tania Bruguera en la plaza cívica José Martí: se hizo sin hacerse.

Lo que pone en perspectiva, y este es otro análisis, que desconocer a la oposición cubana equivale a perder el sentido de realidad: el principio en el que se funda el comienzo de la locura.

Y la sociedad civil cubana es importante por una razón que el gobierno cubano no acaba de entender. La legitimidad de los modelos y de la acción política es lo más fundamental para cualquiera que quiera defenderse y actuar con eficacia. Sucede aquí como con las reglas del tránsito: valen por lo que regulan. Y la recompensa va para quien las respeta. No importa si es un solo chofer.

Lo que se le critica al papa es exactamente que siendo nosotros legítimos, no haya tenido la deferencia de o mencionarnos o de recibirnos. En público o en privado. Y está claro que Francisco llevó su realismo político al límite. Y por la sencilla razón de que, más allá del aprecio que no nos tiene, era muy importante su silencio y ausencia para evitar las perretas de Estado que el gobierno cubano da cuando un dignatario extranjero nada más amenaza con la visibilización pública de personas y actores legítimos.

¿Será porque no somos importantes?

Fuente: Cubanet.org

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