Por Yunia Figueredo

La Habana/ 23-5-2017

La Relatora Especial para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, la Sra. María Grazia Giammarinaro visitó recientemente Cuba y dejó algunos señalamientos al gobierno, sin  profundizar  sobre temas medulares que necesitan ser inspeccionados por parte de la ONU.

La relatora especial enfocó su análisis, entre otras banalidades, en la edad para declarar adultos a los adolescentes, que en Cuba es de 16 años y no de 18, también en la búsqueda de la protección a los ciudadanos de la trampa que entraña la trata de personas, la violencia infantil dentro de la familia, el encarcelamiento a los ciudadanos que ejercen la prostitución, aunque desconoce que en Cuba existen muchos centros penitenciarios con cientos de personas condenadas por ejercerla. Ella misma dijo que en Cuba, no estaba considerada como delito.

No habló la representante de la ONU que en Cuba no existe la posibilidad de formar un sindicato independiente y los que intentan fundarlos en algunos casos son encarcelados y en todas las veces hostigados y reprimidos.

Como el reciente caso de la prohibición a viajar a la reunión fundacional del organismo regional a los sindicalistas Alejandro Sánchez Zaldívar, Ana Rosa Ledea Rios y Livan Monteagudo, el pasado mes de abril en la ciudad de Bogotá, Colombia.

Tampoco está permitido el derecho a la huelga, ni son permitidos los convenios colectivos entre los trabajadores y la administración, y que en Cuba existe un sindicato único, que responde a los intereses de un partido único, en el poder, que a la vez es la administración de los centros laborales.

Debió haber hablado la Sra.  Grazia, que, a los profesionales cubanos en misiones en otros países, el estado le descuenta el 80% de su salario y son vigilados, le retienen sus pasaportes para que no deserten y sus condiciones de vida son miserables.

Pero su mayor ceguera es no reconocer a la dictadura totalitaria que gobierna al país por casi 60 años, donde no existen elecciones libres, ni libertad de expresión, ni de prensa, ni de asociación, ni respeto por otros muchos derechos humanos, que, como especialista en el tema de la organización más importante y numerosa del mundo, debía defender y condenar duramente a sus violadores.

Fuente: Prensa Independiente/ Hablemos Press