Por Jaime Leygonier.
La Habana, 9 de Mayo.- Un cubano murió, fue al Cielo y tras varios
años disfrutando de aquella paz celestial, escucha una música y risas
que provienen del Infierno. Siente curiosidad, le pide permiso a San
Pedro para ir a ver qué pasa, San Pedro intenta disuadirlo pero
tanto le insiste que lo autoriza por un día.
El cubano baja al infierno que le parece un cabaret como Tropicana,
con una gran fiesta con música, baile, coristas preciosas en bikini,
comidas y bebidas exquisitas, excursiones a la playa, personas
amables que lo tratan como a su mejor amigo y como al más
simpático de los hombres y bellas mujeres que se le entregan.
Goza, baila, disfruta, casi se le pasa la hora marcada por San
Pedro, pero finalmente regresa al Cielo.
Pasa la semana recordando cuanto se divirtió, su deseo de
volver allí aumenta y, finalmente, decide abandonar el Cielo e
irse al Infierno para siempre. No hay consejo que lo convenza, y
se marcha.
Desde que entra al Infierno unos diablos se apoderan de él y
pinchándolo con sus tridentes lo arrojan a un gran caldero
de aceite hirviendo, donde se vé amontonado con una
multitud de condenados que lo tratan mal.
El cubano se cree víctima de un error; vé al Maligno en su trono y
le grita:
"Compañero jefe, Su Majestad. ¿Cómo es esto? Yo vine aquí
hace apenas una semana y todo era una fiesta maravillosa y
ahora que vengo a quedarme definitivamente me encuentro todo
cambiado, y que solamente hay incomodidad y sufrimiento, tiene
que haber alguna equivocación conmigo."
Y el Maligno le contesta: "Parece mentira que seas de Cuba
y con esa experiencia me vengas con tales preguntas: Hace
una semana viniste como turista y en el Infierno una cosa es ser
visitante y otra cosa muy distinta es ser ciudadano.
Fuente: Hablemos Press/ La Habana.