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2 agosto 2011 2 02 /08 /agosto /2011 06:26
 

Tanto la retórica utilizada como las propuestas planteadas en el reciente congreso del Partido Comunista Paraguayo ponen de manifiesto la absoluta incapacidad de la dirigencia de esa nucleación política para producir una puesta al día en su doctrina, de forma tal a responder con métodos creativos y eficientes a los desafíos que imponen los tiempos modernos. Con base en esas declaraciones, se tiene la impresión de que el PCP está anclado en la historia. Tal como dijo una vez el célebre escritor portugués José Saramago, criticando al marxismo al que él mismo adscribía, el gran problema del comunismo actual es que pretende “librar las batallas del presente con las mismas herramientas de hace cien años”.

      Tanto la retórica utilizada como las propuestas planteadas durante el último congreso del Partido Comunista Paraguayo, cuyas deliberaciones tuvieron lugar el pasado fin de semana, ponen de manifiesto la absoluta incapacidad de la dirigencia de dicha nucleación política para producir una puesta al día en su doctrina, de forma tal a responder con métodos creativos y eficientes a los desafíos que impone el tiempo presente.

Al leer lo que allí se dijo, le queda al lector la impresión de que el PCP está anclado en la historia. Tal como dijo alguna vez el célebre escritor portugués José Saramago, formulando una crítica al marxismo al que él mismo adscribía, el gran problema del comunismo actual es que pretende “librar las batallas del presente con las mismas herramientas de hace cien años”.   

Hasta los comunistas cubanos, que mantienen el control hegemónico del poder en su país desde hace más de medio siglo, según se lee en estos días, han comenzado a replantearse algunos principios del modelo. Es más, el propio Fidel Castro terminó por reconocer no hace mucho tiempo atrás que el mismo, tal como estaba siendo concebido y aplicado, ya no le servía a nadie, ni siquiera a los propios cubanos.   

Sin ir más lejos, el mismo día en que el comunismo paraguayo concluía su congreso, Raúl Castro pronunciaba un discurso que también ponía término al encuentro de los integrantes del partido único de la isla. Allí, el Presidente de la nación caribeña instaba a “cambiar métodos y estilos de trabajo, que al no estar acorde con los momentos actuales” dificultan la implementación de las reformas iniciadas por su gobierno hace un año.   

Entre esas 300 reformas, se destaca la destitución de 500.000 funcionarios estatales, a quienes se propuso insertarse en el sector privado tras quedar demostrado por la contundencia de los hechos y de los números el agotamiento del viejo modelo económico centralizado al estilo soviético, que Fidel montó hace más de 50 años.   

Raúl sostuvo, entre otras cosas, que “no podemos permitir que incomprensiones de ningún tipo obstaculicen la gigantesca tarea que tenemos por delante”, así como que el partido “no debe asumir otras misiones y funciones que las establecidas en sus estatutos y documentos normativos”, llamando al mismo tiempo a “eliminar los métodos burocráticos, la falta de creatividad, la tendencia al reunionismo, la facilidad y el conformismo que caracterizan a muchos dirigentes”. Reconocimientos todos ciertamente plausibles, aunque llegaron con demasiado retraso. Si hubieran sido admitidos con anterioridad, muchos serían los padecimientos que se le hubieran ahorrado al sufrido pueblo de Cuba.   

Aquí, sin embargo, la fosilizada dirigencia comunista, lejos de reconocer el paso del tiempo y los retos que este plantea, se aferra a los viejos paradigmas, sosteniendo planteamientos tan obsoletos como que el principal enemigo es el “imperialismo capitalista encabezado por Estados Unidos”, declarando a los partidos Colorado, Liberal, Unace y Patria Querida como sus propulsores en nuestro país, justificando las invasiones en Ñacunday y las destituciones de Rafael Filizzola y Efraín Alegre.   

Al mismo tiempo, el citado congreso reclamó al presidente Fernando Lugo las remociones de los ministros Dionisio Borda, Enzo Cardozo y Humberto Blasco, acusándolos de impulsar políticas “oligárquicas”, “recesivas”, “pro imperialistas” y  otros dislates por el estilo propios de la época de la Guerra Fría, concluida hace más de dos décadas con la caída del Muro de Berlín, evento este que, al parecer, ha pasado desapercibido para la cúpula comunista del Paraguay.   

Resulta cuando menos curioso que, en medio de un ambiente de autocomplacencia y exaltación, el dirigente campesino Belarmino Balbuena exhortara al PCP a continuar siendo el “guía” para la “necesaria transformación social de nuestro país”. Una “transformación” que ya se sabe cómo acabó en Cuba, con la total dependencia económica de la Unión Soviética, primero, y de Venezuela, después; la carestía generalizada y el despido masivo de funcionarios públicos.   

Este desolador panorama terminó forzando a la vetusta y desesperada dirigencia comunista cubana al repentino “descubrimiento” de las bondades de la iniciativa privada, otrora monstruo de siete cabezas contra el que combatieron estérilmente las hordas castristas durante décadas.   

El comunismo paraguayo no logró llegar a ese milagroso “hallazgo” por la sencilla razón de que aquí nunca tuvo la posibilidad de ejercer el poder. De lo contrario, es altamente probable que sus viejas recetas derivaran en la misma debacle que la puntillosa aplicación de estas supuso en la empobrecida isla de Cuba.   

Evidentemente, el Partido Comunista Paraguayo todavía no pudo superar los atavismos de la historia. Mientras no lo haga, su contribución efectiva en la vida política del país continuará siendo en el futuro tan limitada y periférica como en el presente.   

El Paraguay precisa el concurso de todos en la construcción de una sociedad más justa y fraterna; también el del histórico Partido Comunista y el de sus representantes con trayectoria más destacada en el ámbito nacional, pero para lograrlo no deben aferrarse, por prejuicios ideológicos, a los remanidos análisis y esquemas del pasado, a las recetas que ya han demostrado y siguen demostrando su incapacidad de producir cualquier transformación positiva en la realidad de nuestra Nación. En este sentido, un renovado enfoque fortalecerá lo que podría ser una meritoria contribución a la sociedad.
2 de Agosto de 2011
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  • : Esta Página, "Voz Desde el Destierro", pretende que sea una tribuna en la Red de redes, para aquellos que no tienen voz dentro de la isla de Cuba, para romper el muro de la censura, la triste y agobiante realidad del pueblo cubano. Editor y redactor: Juan Carlos Herrera Acosta. Ex-preso Político de la causa de los 75.
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