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20 marzo 2011 7 20 /03 /marzo /2011 08:38
 

En cuanto foro se le presenta, el presidente Lugo no desaprovecha ocasión para ensalzar a los regímenes autoritarios de la región identificados con el Socialismo del Siglo XXI. Aunque es escenario común que un presidente que llega a mitad de su mandato sin haber cumplido sus promesas electorales ya no lo haga hasta el fin, se abriga la sospecha de que no por eso el ex obispo ha dejado de lado su agenda política secreta de la hora prima: la instauración, a como dé lugar, de un sistema de gobierno autoritario, calcado del que implantó Hugo Chávez en Venezuela. 

“Qué ironía del destino y de la historia: en USA a los criminales de guerra se les llama héroes”. El presidente Fernando Lugo no pudo haber estado más cerca del desatino al estampar semejante exabrupto en el libro de visitantes ilustres del museo de reliquias de la guerra de Vietnam, en ocasión de su reciente visita al país asiático. Antes que exaltar el heroísmo del pueblo vietnamita en su larga lucha por la independencia de su país contra la recurrente dominación extranjera, la insultante expresión del Presidente paraguayo trasunta más bien la evocación caricaturesca de un traumático episodio que en la actualidad tanto vietnamitas como norteamericanos procuran superar, encarando sus relaciones con la mirada más bien puesta en el futuro, y evitando concentrar su potencial en un pasado pleno de rencores y frustraciones.   

Aunque de buenas a primeras la insólita actitud del Presidente paraguayo induce a recurrir a la sicología para tratar de encontrarle una explicación razonable, desde el punto de vista político ella resulta enteramente lógica: el presidente Fernando Lugo es un ferviente marxista desde sus tiempos de clérigo, y como gobernante está políticamente comprometido con el movimiento del Socialismo del Siglo XXI preconizado por Hugo Chávez. De ahí que en cuanto foro se le presenta, no desaprovecha ocasión para ensalzar a los regímenes autoritarios de la región identificados con esa corriente política –que, al decir del presidente de El Salvador, Mauricio Funes, ni siquiera su mentor conoce de qué se trata–, al tiempo de hacerse eco de sus cantinelas de improperios gratuitos contra  Estados Unidos de América, al que, no obstante, tiene la desfachatez de pedir auxilio cuando se ve en apuros por alguna razón, como quedó revelado últimamente por las filtraciones de WikiLeaks.   

Aunque es escenario común que un presidente de la República que llega a la mitad de su mandato sin haber cumplido sus promesas electorales ya no lo haga hasta el fin, como es el caso de Fernando Lugo, se abriga la sospecha de que no por eso el ex obispo ha dejado de lado su agenda política secreta de la hora prima: la instauración, a como dé lugar, de un sistema de gobierno autoritario en nuestro país, calcado del que el gorila Hugo Chávez ha implantado en Venezuela. Si ha llegado casi a la mitad de su mandato sin poder apuntalar políticamente su antidemocrático proyecto por falta de apoyo popular, no por eso parece haber renunciado a ello.   

De hecho, el plan marxista de Lugo tenía –o, mejor, tiene– como todo régimen totalitario dos ejes de realización: uno político y otro militar, como su modelo chavista.   

Pero, a diferencia de su mentor Chávez, Fernando Lugo, contra lo previsto, se encontró con la sorpresa estratégica de que no tenía apoyo popular para impulsarlo por la vía política, y   entonces se dedicó con frenesí a ponderar las alternativas que le presentaba el otro camino, mucho más riesgoso pero efectivo para sus planes oscuros, el de la opción militar.   

Mas, a pesar del revés sufrido en este campo, dramáticamente escenificado por la febril persistencia y posterior fiasco en la tentativa de compra de las tierras de Ulisses Rodrigues Teixeira, con lo que se cree planeaba instrumentar a la masa campesina de San Pedro, Concepción y otros departamentos para, entre otros posibles objetivos, forzar la disolución del Congreso y la adopción de una nueva Constitución Nacional a su medida, el presidente Fernando Lugo no ha renunciado a su trasnochado proyecto político. Aún cuando sean ya escasas las posibilidades de éxito que en función de tiempo le quedan, al parecer persevera en su propósito primordial, buscando a toda costa instrumentar a las Fuerzas Armadas para con su concurso alcanzar su gran objetivo político “bolivariano”.   

Con este propósito, mientras no ha tocado en profundidad a la corrupta e inepta cúpula policial, cuyos jefes en la mayoría de los casos son trasladados de una comisaría a otra –pese a la cada vez mayor inseguridad pública reinante en todo el país–, no ha hesitado en zarandear arbitrariamente, con cualquier pretexto, al estamento superior de las Fuerzas Armadas, con el solapado propósito de ir reclutando a oficiales superiores a los que políticamente se los puede motivar en la dirección de la ideología izquierdista “bolivariana”, para llenar con ellos gradualmente los máximos cargos de la cadena de mando militar, exactamente como lo ha hecho el dictador Chávez en Venezuela.   

A propósito, en estos días la ONG “Control Ciudadano” de dicho país ha emitido una declaración denunciando que las Fuerzas Armadas venezolanas corren el riesgo de convertirse en un “brazo armado de la revolución” chavista. “Actualmente, 300 oficiales privilegiados han recibido el control del poder en las Fuerzas Armadas. De ellos cabe esperar una lealtad operacional al Presidente”, manifestó la responsable de la organización de referencia. Esta evidencia conocida a través de los medios de comunicación demuestra la existencia de tensiones internas dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas en la actualidad. Una fracción del sector militar, minoritaria pero dominante, en que  resalta buena parte del alto mando militar, mira en la dirección del Gobierno, del Socialismo del Siglo XXI; son los “pretorianos” de Chávez. El sector mayoritario está formado por oficiales profesionales institucionalistas, algunos políticamente motivados pero contrarios a la corriente totalitaria del Gobierno, proclives más bien a un régimen de gobierno democrático. Las evidentes diferencias entre ambos sectores castrenses pueden desencadenar una crisis en cualquier momento, sobre todo en la medida en que la popularidad del presidente Chávez vaya cayendo.   

Lo que al parecer Lugo viene haciendo con poco disimulo es tener no tal vez 300 –como Chávez–, pero al menos 30 altos oficiales de las Fuerzas Armadas, “pretorianos” que comulguen con su credo marxista y le respondan personalmente a él, y no a los mandos institucionales. Con ellos como último recurso, antes de terminar su mandato, el presidente Lugo bien podría intentar un golpe de Estado instrumentando a la institución militar para crear una crisis política de la que espera salir ganancioso.   

Por suerte, como en Venezuela, y acaso como en Bolivia y Ecuador, la mayoría del cuadro de oficiales de las Fuerzas Armadas de la Nación está compuesta de militares profesionales institucionalistas, que no van a dejarse arrastrar dócilmente por los cantos de sirena del marxismo “bolivariano” que Lugo está empeñado en imponer al pueblo paraguayo.
20 de Marzo de 2011
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  • : Esta Página, "Voz Desde el Destierro", pretende que sea una tribuna en la Red de redes, para aquellos que no tienen voz dentro de la isla de Cuba, para romper el muro de la censura, la triste y agobiante realidad del pueblo cubano. Editor y redactor: Juan Carlos Herrera Acosta. Ex-preso Político de la causa de los 75.
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