En Venezuela, Bolivia, Argentina y Ecuador muchos reclaman la
reelección indefinida. Brasil, Chile y Uruguay no lo consideran
necesario. Las diferencias entre los modelos
“La reelección indefinida se admite en un solo país de la región: Venezuela.
Pero Bolivia y Ecuador están totalmente alineados con el modelo bolivariano,
y Argentina está a medio camino. La pregunta es hasta qué punto estos países
no van a necesitar también una reelección indefinida, porque son modelos en
los que la continuidad del proceso está muy asociada a la continuidad de
la persona”, explica Mario Serrafero, doctor en Sociología y Ciencia Política
por la Universidad Complutense de Madrid, en diálogo con Infobae
América.
De la mano de un crecimiento económico sin precedentes, del que ningún
país se quedó afuera por muy diferentes que pudieran ser sus políticas, América
Latina ingresó en el siglo XXI con presidentes que ostentan u ostentaron
altísimos niveles de popularidad.
Pero mientras en algunos Estados esa inmensa aceptación pública no
representó un problema para que los gobernantes con mandato cumplido
y sin posibilidad de reelección cedieran el paso a nuevos líderes, en otros
la inminencia de su salida del poder genera una fuerte inestabilidad.
Ni siquiera los compromisos públicos de Rafael Correa y Cristina
Fernández de Kirchner, que recientemente prometieron que no
reformarían la Constitución para habilitar la reelección indefinida, alcanzan
para frenar la inmensa incertidumbre que despierta cómo resolverán su
sucesión.
¿Cómo se resuelve la sucesión presidencial en América Latina?
En México y en Paraguay una persona puede ser presidente sólo una vez en su vida.
En Chile, Uruguay y Perú se puede ser electo en dos oportunidades, pero no consecutivas: el mandatario saliente debe esperar un intervalo para volver a candidatearse.
Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Colombia admiten una reelección
inmediata. El caso colombiano es particular, porque esto no estaba permitido
hasta que Álvaro Uribe modificó la Constitución para volver a presentarse.
Hasta intentó ir por una segunda reelección, pero la Corte Suprema se
“En la medida en se permita una reelección inmediata es más probable que
haya un liderazgo fuerte. Cuando un Presidente está tantos años en el poder
la oposición se debilita, porque no tiene recursos institucionales para hacerle
frente, lo que genera una gran asimetría entre su poder y el del Gobierno”,
cuenta Serrafero.
“Un presidente que se presenta a una reelección tiene que haber hecho las
cosas muy mal para perder. Las probabilidades están de su lado. De hecho,
en la última década todos los mandatarios latinoamericanos que se
presentaron nuevamente a elecciones ganaron cómodamente”, agrega.
¿Por qué hay países que admiten la reelección y otros que no? ¿Por qué en
algunos Estados las reglas del juego electoral se modifican según las necesidadesinmediatas de los Gobiernos, mientras que en otros se mantienen
estables aunque pasen los años?
“Hay diferencias que tienen que ver con cuestiones culturales. Chile y
Uruguay son países en los que la institucionalidad se respeta más, por
razones históricas, políticas y sociales. Son países que, desde la vuelta de
la democracia, no han tenido crisis institucionales graves, ni han sufrido
la interrupción del mandato de ningún presidente”, señala Serrafero.
“En otros países -continúa- es más complicado el respeto y la estabilidad
institucional. Bolivia ha sido uno de los más inestables por la cantidad de
golpes de Estado y, ya en la transición democrática, sufrió el desplazamiento
de muchos presidentes. Lo mismo en Ecuador”.
Muchos Gobiernos de países con estas características son denominados
populistas.
¿Qué es el populismo?
“En Bolivia, Ecuador y Venezuela no hay sistemas de partidos consistentes,
lo que posibilita gobiernos y liderazgos populistas muy fuertes, como los
de Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez. Son distintos entre sí, pero con
un mismo patrón:no hay equilibrios entre Gobierno y oposición, no hay
competencia efectiva, y no hay equilibrios institucionales entre los distintos
poderes, que es algo que logran los partidos”, explica Jorge Lanzaro,
profesor y fundador del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República, Uruguay, consultado por Infobae América.
Si bien la categoría populista suele utilizarse para descalificar un determinado
proceso político, en la ciencia política es un concepto que permite agrupar
bajo una misma matriz casos concretos que reúnen una serie de
características comunes.
“No es una apreciación despectiva, sino una observación técnica. Son
populistas los gobiernos que ostentan liderazgos muy personalizados
en la cabeza del Ejecutivo, porque precisamente llegan y gobiernan en un
espacio sin sistema de partidos”, dice Lanzaro.
Y agrega: “Concentran en la presidencia muchos recursos económicos
y políticos, y tienen un fuerte perfil hegemónico, con aspiraciones
fundacionales: quieren hacer el país de nuevo, y no tienen a la alternancia
en el horizonte. Por un lado porque no hay una oposición efectiva, pero también
por una cuestión ideológica: al concebirse como procesos fundacionales, se
ven a sí mismos como prolongados en el tiempo o sin límites para concluir
su tarea de reformar el Estado, la ciudadanía y las constituciones”.
“Estos Gobiernos tan fuertes y autocráticos se sienten llamados a
perpetuarse. Cuanto más concentrado está el poder y cuanto más
personalizados son los liderazgos, más difícil es encontrar un sucesor”,
concluye.
Pero muy frecuentemente, los procesos populistas no llegan a cumplir sus
objetivos y deben salir del poder antes de lo imaginado. Al estar todo tan
reunido en un solo punto, se vuelven inestables como una mesa con una sola
pata, y es bastante común que terminen en cierto colapso.
“Estas experiencias no son eternas porque tienen un fuerte apoyo social de
un segmento, pero no de toda la sociedad. No sólo están basadas en el
carisma del presidente, sino en la eficacia del Gobierno. En la medida en que
no existan bienes a distribuir, que la situación económica no sea tan buena
y que se deteriore el cuadro social, empiezan los problemas que pueden
terminar en colapso. Porque en las últimas décadas se dio un fenómeno
muy importante: los gobiernos caen por la presión social, por la gente que
sale a la calle a protestar, sin que sean necesarios golpes militares”, relata
Serrafero.
Las democracias de largo plazo
“La gran diferencia de Brasil, Chile y Uruguay, con Bolivia, Ecuador y Venezuela -dice Lanzaro-, es que los primeros sonpaíses con sistemas de partidos consistentes, plurales y competitivos, con equilibrios fuertes entre Gobierno y oposición. Así, las dinámicas políticas son más equilibradas y los gobiernos, aun cuando sean muy innovadores, como el deLula Da Silva o el de Tabaré Vázquez, tienden a ser más centristas y moderados. Estos proyectos tienden a tramitar las sucesiones por el cauce de los
partidos”.
“Tanto con Vázquez como con Julio María Sanguinetti, dos mandatarios
que a su manera fueron muy exitosos, se habló de reelección. Pero ellos
tajantemente dijeron que no”, agrega.
Estos países llegaron a consolidar sistemas de partidos relativamente fuertes,
pero por caminos muy diferentes.
“Brasil tiene un sistema de partidos de menor antigüedad, que se ha
consolidado más recientemente. Con la transición democrática, Chile
recuperó un sistema que ya tenía desde antes de la dictadura. Y Uruguay
tiene una de las cinco democracias de partidos más antiguas del mundo”,
explica Lanzaro.
Que hayan tenido un punto de llegada similar, pero partiendo de lugares tan
disímiles, muestra que más allá de las diferencias culturales y políticas
entre esos países, fue fundamental la llegada al poder de Gobiernos con
vocación de fortalecer las instituciones democráticas. Difícilmente se
pueda decir lo mismo de muchos de los líderes que gobiernan y gobernaron
en el resto de América Latina.
Fuente: INFOBAE