Por: Diego Oré
Caracas-8 de mayo.- La espiral de violencia política que vive Venezuela está alimentando
un explosivo cóctel de rencor y belicosidad que pone cuesta arriba el camino
del presidente Nicolás Maduro cuando apenas lleva tres semanas de Gobierno.
A pesar de que un evento de magnitud no se ha dado, la tensión amenaza con
desbordarse con consecuencias imprevisibles en un país repleto de armas en
manos de civiles.
Consciente de ello, el heredero del fallecido Hugo Chávez ha prometido diálogo, pero
Venezuela luce hoy más polarizada que antes y desde Estados Unidos al
Vaticano y diversas naciones de Sudamérica le han solicitado tolerancia, a lo
que él ha respondido pidiendo que saquen sus narices del país.
“Es difícil ignorar los recientes titulares de creciente tensión política y los brotes de
violencia abierta entre la oposición y los chavistas”, dijo Siobhan Morden, responsable
para América Latina del banco de inversión Jefferies.
“El riesgo político es mucho más alto en la era post-Chávez y la tensión continuará
por una débil administración de Maduro que no puede controlar a las facciones
radicales. La tensión política es el nuevo paradigma de un gobierno débil”, agregó.
Las alertas sobre el futuro del país con la mayores reservas de crudo del mundo
llevaron a agencias calificadoras de riesgo como Standard & Poor’s a bajar la perspectiva
para la deuda soberana, citando el estrecho resultado en los comicios presidenciales
y el aumento de la incertidumbre política.
En medio de acusaciones de fraude tras las votaciones del 14 de abril, los choques
entre el oficialismo y la oposición dejaron ocho muertos y una decena de diputados
heridos, un condimento más a la tensa convivencia entre simpatizantes de
Maduro y de su rival electoral, Henrique Capriles.
La maquinaria comunicacional del Gobierno socialista culpa a la oposición de
promover la violencia para fraguar un golpe de Estado, mientras que algunos medios
cercanos a la oposición denuncian a lo que califican como un “régimen ilegítimo”
que quiere imponer su versiónpor la fuerza.
“Ha brotado una corriente de derecha fascistoide contrarrevolucionaria
muy peligrosa para la vida política, no solo de Venezuela, sino también del resto de
la región”, dijo Maduro en Uruguay durante una reciente visita.
El debate político en Venezuela se ha reducido a un cruce de dimes y diretes con
Maduro acusando y Capriles retrucando.
“El mundo ha podido ver todas mis declaraciones y no hay una sola palabra
mía que signifique llamar a la violencia o a la confrontación entre hermanos”, se
defendió Capriles, quien aún no reconoce el triunfo electoral de Maduro.
Sin embargo, los vecinos de La Limonera, un complejo de 430 apartamentos sociales
creado por Chávez para albergar a familias de escasos recursos en el sur de Caracas,
piensan distinto.
Allí, sus habitantes intentan recomponerse del miedo que se ha apoderado de sus
vidas tras la violencia post electoral que dejó dos muertos en su zona.
“Yo no tengo nada en contra de la oposición, pero después de que mataron a mi
mamá, ¿tú crees que le puedo tender la mano a uno de ellos?“, se preguntó
Yonylexis Reyes, hija de Rosiris del Valle, una de las víctimas de La Limonera.
Según sus familiares, del Valle falleció luego de que un puñado de opositores emboscó
y disparó a un grupo de chavistas que había acudido a defender un centro de salud
contiguo que estaba siendo asediado por anti-chavistas.
Una de las balas mató también a José Luis Ponce, carpintero, padre de seis y
dirigente sindical de 45 años, según sus familiares. Durante su velorio, testigos
contaron que hirieron a otro vecino de La Limonera de un disparo que provino
de una urbanización cercana poblada mayormente por opositores.
Tras los enfrentamientos, decenas de motoristas y un pequeño contingente del Ejército
patrullan el lugar adornado con carteles de “Capriles asesino” y que está
rodeado por edificaciones de clase media-alta
El 19 de abril, cuando Maduro se juramentaba como presidente electo, otro vecino
de La Limonera, Johny Pacheco, fue hallado muerto luego de recibir cuatro disparos
que sus familiares dijeron se los propinaron tras resistirse al robo de su auto.
Pero el ministro de Información, Ernesto Villegas, negó esa versión. “Acaban de asesinar
a otro de los defensores del (centro de salud) CDI de Piedra Azul (…), le dispararon en la
cabeza sin robarlo”, dijo.
Otras seis personas fueron asesinadas en Venezuela mientras celebraran el triunfo de
Maduro, aunque para los medios privados las víctimas fueron resultado de la alta
criminalidad que aqueja al país y que el año pasado cobró la vida de más de 22.000
personas según fuentes privadas y de 16.000 de acuerdo al Gobierno.
En cualquier caso, Venezuela es el país sudamericano con la mayor
tasa de asesinatos por habitante.
Por los hechos violentos, las fuerzas del orden detuvieron recientemente durante algunas
horas a 242 manifestantes opositores en todo el país y diputados han denunciado que
70 de ellos fueron obligados, en prisión, a ponerse gorras y cantar
consignas a favor de Maduro.
Los arrestos más sonados fueron el del estadounidense Timothy Tracy y el del general
retirado venezolano Antonio Rivero, quienes fueron acusados de querer desestabilizar
el país.
Rivero permanece preso desde el 27 de abril y desde ese día mantiene una
huelga de hambre para exigir su libertad que, según su hermano, ha deteriorado
rápidamente su salud.
Tracy, por su parte, sigue detenido acusado de espía, mientras sus
familiares y amigosaseguran que estaba en Venezuela grabando un documental
sobre el chavismo. Su caso ha tomado vuelo internacional y hasta el propio
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha dicho que es “ridículo” pensar
que su conterráneo es un espía.
La violencia que se inició en la calle se diseminó la semana pasada hasta el hemiciclo
de la Asamblea Nacional, donde una furibunda gresca dejó siete diputados
opositores y cuatro oficialistas heridos.
La mayoría del Congreso, presidido por el primer vicepresidente del partido oficialista,
Diosdado Cabello, negó por segunda sesión consecutiva el derecho de
palabra a la oposición hasta que no reconozca a Maduro como Presidente.
Ante ello, los opositores desplegaron una pancarta donde se leía “golpe al Parlamento”,
lo que desató la furia de los oficialistas que se abalanzaron sobre sus adversarios.
Las cámaras de televisión que transmitían la sesión enfocaron el techo del
hemiciclo durante la trifulca, pero los teléfonos móviles de los asistentes
grabaron lo ocurrido.
La golpiza dejó al opositor Julio Borges con una fractura en el hueso maxilar y el ojo
izquierdo morado, mientras que su colega María Corina Machado tuvo que ser operada
tras una fractura cuádruple en la nariz.
Rápidamente, el Gobierno culpó a la bancada opositora de planear la violencia
y como prueba emitió una cadena de radio y televisión donde, durante siete minutos al
son de una melodía tragicómica, se ve a los opositores revisando sus correos,
conversando, tocando pitos y, solo a uno, lanzando una silla.
Y esta semana, los medios estatales lanzaron un micro intitulado “¿fractura o
fraude?” donde tratan de demostrar que la diputada Machado no sufrió una fractura
nasal.
El pleito traspasó las fronteras venezolanas y países que días atrás apoyaron a Maduro
ante los reclamos de fraude de Capriles, hoy parecieran menos proclives a sus
desplantes.
Voces desde España, Perú, Colombia, Uruguay y hasta de Obama le han solicitado
mesura a Maduro, pero el ex chofer de autobús de 50 años calificó los
pedidos como injerencia.
Sin las robustas finanzas bajo las que Chávez cimentó su popularidad, el inicio de Maduro
como el “primer presidente chavista” luce más brumoso que el mes pasado.