EFE

Ensayos para conmemorar el desembarco en Playa Girón

Para que nadie se llame a engaño, el castrismo ancla en los mitos del pasado este proceso de reformas futuras: en presencia de mil delegados, las sesiones del Congreso estarán precedidas por un desfile en la Plaza de la Revolución de La Habana para conmemorar los 50 años de la proclamación del socialismo en Cuba y de la fracasada intervención estadounidense en Bahía de Cochinos o Playa Girón.

Un congreso que, según Raúl Castro, «debe ser, por ley de la vida, el último de la mayoría de los que integramos la generación histórica» que derrocó en 1959 al dictador Fulgencio Batista, y que «estamos en la obligación de aprovechar el peso de la autoridad moral que poseemos ante el pueblo para dejar el rumbo trazado».

Planteada por el presidente como el único medio de evitar el colapso económico de Cuba sin renunciar al socialismo (gerontocrático y familiar), la «actualización del modelo socialista» (como denomina estos ajustes la retórica oficial) marcará una asamblea dominada por la crisis económica que arrastra el país desde el fin de la Guerra Fría y de la munificencia prodigada por la Unión Soviética. «O rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos (...) el esfuerzo de generaciones enteras», advertía sin ambages el menor de los Castro (a punto de cumplir los 80) para subrayar la necesidad de emprender un nuevo rumbo económico que perpetúe la dinastía y la revolución.

A diferencia de su hermano Fidel, a Raúl Castro siempre se le ha atribuido cierta admiración por el modelo chino. Así, sus propuestas abren la mano a los pequeños negocios particulares, plantean una gestión más racional de la hipertrofiada burocracia estatal y asume suprimir «subsidios innecesarios y gratuidades indebidas».

Estas ideas se recogen en el «Proyecto de lineamientos de la política económica y social», el documento que ha circulado por miles de asambleas populares en toda la isla para recoger las sugerencias de los cubanos. Un compendio que se abre con unas palabras de Fidel Castro de hace once años: «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado». Según el informe del ex presidente norteamericano Jimmy Carter tras su reciente visita a Cuba, dos terceras partes del plan han sido enmendadas.

Algunos de estos cambios ya ha sido puestos en marcha en los últimos meses, como cierta permisividad a la iniciativa privada («cuentapropismo») de la que ya disfrutan más de 300.000 trabajadores autónomos de 178 oficios, en su mayoría pequeños comercios como hoteles familiares y los conocidos «paladares» (restaurantes para hasta veinte comensales). También, el despido de medio millón de funcionarios —uno de cada diez trabajadores del país— previsto para el año en curso o el alza en los precios de la gasolina, la electricidad y el aceite.

El Gobierno espera que en 2015 cerca de dos millones de personas —la población actual es de once millones— hayan formado una microeconomía de pequeñas empresas y empleados autónomos en las áreas urbanas, mientras que las tierras estarían en manos de «finqueros» y cooperativas. También, en aras de la eficiencia, se estaría diseñando la descentralización administrativa para dar mayor peso a las administraciones locales.

Sin embargo, la oposición interna no espera nada de este Congreso del partido único. En declaraciones a Efe, la conocida bloguera Yoani Sánchez piensa que el comunismo «no podrá dar soluciones a los enormes y profundos problemas que tiene la realidad cubana de hoy, ni impulsar los cambios que necesitamos para dejar de creer que vivimos en una isla a la deriva y empezar a pensar que vivimos en un país con un proyecto de desarrollo». Sánchez compara el sistema cubano con «una de esas casas carcomidas y apuntaladas de La Habana Vieja que han resistido decenas de huracanes y un buen día a alguien se le ocurre quitar la bisagra de alguna puerta y la casa se desploma».

El periodista Guillermo Fariñas, que mantuvo durante 134 días una huelga de hambre en apoyo a los presos políticos, señalaba que «si acaso harán algún tipo de concesión económica, (pero no) concesiones sociales de ningún tipo y mucho menos políticas». Y para Oswaldo Payá, coordinador del Movimiento Cristiano Liberación, los relevos en el PCC —la renuncia de Fidel Castro al cargo de primer secretario general del partido— son «poco importantes para el pueblo, porque en definitiva hay un grupo de poder que se comporta como una oligarquía y la propia sucesión es la prolongación de la antidemocracia».