Por: Pablo M. Díez

Pekín/ 14-3-2014

Detenida desde septiembre, la disidente china Cao Shunli ha muerto este viernes en un hospital de Pekín, según ha anunciado Amnistía Internacional (AI) en un comunicado. La mujer, de 52 años, se hallaba en estado crítico porque sus riñones habían dejado de funcionar. Un problema que, según sus allegados y las ONG defensoras de los derechos humanos, se debe a que la Policía le negó atención médica durante su arresto, ya que solo la llevó a un hospital cuando su situación era muy grave.

“La muerte de Cao Shunli revela lo crueles y calculadoras que están dispuestas a ser la autoridades chinas para silenciar a los críticos. Las autoridades tienen hoy las manos manchadas de sangre”, denunció Anu Kultalahti, de AI.

A tenor de su abogado, Wang Yu, la salud de Cao Shunli se había deteriorado gravemente durante su detención porque las autoridades desoyeron las peticiones de su familia para que fuera liberada por razones médicas. En estos seis meses que ha pasado arrestada, desnutrida y sin ver a un doctor, se ha agravado la tuberculosis que padecía la disidente, así como sus tumores y quistes, que han acabado inutilizándole los riñones.

Durante los últimos años, Cao Shunli se ha destacado como una de las activistas más combativas de China, denunciando la violación de los derechos humanos por parte del autoritario régimen de Pekín. Hace justo un año, relataba en una entrevista con ABC los abusos que sufrió durante los 24 meses que pasó recluida en un campo de reeducación mediante el trabajo.

Sin condena judicial, la Policía la recluyó dos veces en un “laojiao”, como se conoce a estos campos en mandarín, por su activismo político. “Es horrible. Te sientes impotente porque exiges explicaciones y nadie te escucha. Cuando ves los castigos, te derrumbas”, narró entonces Cao Shunli, quien aseguró que “hay gente que no lo aguanta, como una compañera que intentó suicidarse golpeándose la cabeza contra un muro”.

Muy criticados, el régimen chino abolió en diciembre los campos de reeducación mediante el trabajo, que eran un vestigio de la época y serán definitivamente cerrados cuando cumplen condena sus prisioneros. Sin pasar por ningún tribunal, la Policía tenía potestad para confinar hasta cuatro años a todos aquellos acusados de “delitos” como manifestarse contra las autoridades, pertenecer al perseguido culto “Falun Gong”, drogarse o prostituirse. Encerrados en los 320 campos repartidos por todo el país, el año pasado había 60.000 personas sometidas a una vida alienante marcada por el lavado de cerebro de las clases de reeducación y los trabajos forzados, el maltrato psicológico y, en ocasiones, hasta palizas.

El pasado verano, Cao Shunli protagonizó durante dos meses una sentada de protesta frente al Ministerio de Exteriores que la puso en el punto de mira de la Policía. En septiembre fue detenida cuando iba a tomar un vuelo a Ginebra para asistir a una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde China fue elegida en noviembre a pesar de su persecución sobre las voces críticas con el Partido Comunista.

Tras la conclusión ayer de la Asamblea Nacional Popular, el Parlamento orgánico de su autoritario régimen, la muerte de Cao Shunli empaña, todavía más, la imagen de China.

Fuente: ABC.es