Por Carlos Ríos Otero/ Hablemos Press.
La Habana, 21 de Enero.- La última década del siglo XVIII, en La Habana, se avino una paradójica
licencia millonaria, dado por la ruinas azucarera del Caribe francófono y la colonia francesa haitiana;
éstas, garantizaban el 65 % de la demanda azucarera de Europa, y como consecuencia, el precio
del azúcar se remontaba al más alto nivel alcanzado en el mercado mundial.
La Revolución Haitiana, representa en la historia de Cuba un papel vital comparable con la toma de
La Habana por los ingleses, hecho acaecido en 1762, ambos fenómenos fundaron el preámbulo en
la introducción de los últimos adelantos de las ciencias y las técnicas que asimila la pujante clase
criolla cubana.
A partir de la génesis de la Revolución Colonial Haitiana e Industrial Inglesa, Cuba lideró,
mundialmente, el mercado azucarero hasta que en 1959 llegó el castrismo que la destruyó y arruinó
la cultura rural más esplendorosa y enraizada en Cuba, el Batey Azucarero, el lastre azucarero
castrista que perdura hasta nuestros días.
Entre 1763 y 1790 se suprimen muchos de los agentes que frenan el desarrollo azucarero;
como consecuencia, la Mayor de las Antillas se transforma en el tercer productor mundial. Las
chimeneas de los ingenios llenan de humo el batey, y el aire vaporoso de melaza y el chirrear
del ferrocarril irrumpen en el Batey Azucarero; y la campiña cubana, con estos eventos
industriales la innovan, en un paisaje de desarrollo y crecimiento económico.
La expansión estuvo vinculada a los hechos políticos de Europa. En 1740, la Guerra de Sucesión
Austriaca y la evolución comercial que brindó la Real Compañía del Comercio en La Habana, son
eventos que dinamizan el auge azucarero y el comercio en la transacción de un capitalismo
incipiente. Se construyen 26 ingenios, y aparecen los primeros sacarócratas: Laureano Chacón y
Juan de O’Farrill, que fueron dueños de los centrales más grandes que predominaron en Cuba
hasta 1780.
La década de 1790-1800, Arango y Parreño, vocero de la sacarocracia cubana, prevé el boom
azucarero cubano. La Isla, desde 1772, es una receptora de capitales de inversión, que vienen
de Nueva España, Sevilla, Cádiz, EE.UU. y los franceses-haitianos que se han salvado de las
ruinas.
En solo catorce años, el número de ingenios en La Habana creció, de 237 a 416, con mayor
capacidad de producción. Posteriormente, éste furor, fue extendiéndose a otras provincias, como
Matanzas, Cienfuegos, Trinidad, Santi Espíritus, Las Villas, Puerto Príncipe y Oriente; y una
muestra de modernidad es el potencial productor 43 ton/ingenio en 1761; y ya en 1804 los
volúmenes de producción se realzan a 136 ton/ingenio, lo que fue calificado como la base de la
primera danza de los millones.
Lo excepcional, es que se trataba de un esfuerzo de la Colonia que le traza pautas a la Metrópolis.
A principios del siglo XX, la burguesía criolla cubana definía sabiamente, que: “sin azúcar no hay país”.
En el esclavismo, el trabajo excedente es absorbido todo por el esclavista, aunque le impide avanzar
de forma interrumpida y rescatar la técnica y evolucionar con los medios de producción del incipiente capitalismo hacia una economía dinámica.
La sacarocracia aún mantiene el modo de producción de plantación, y aunque va introduciendo las
mejoras de la revolución industrial y los métodos del comercio, la bolsa y las transacciones van de
la mano, y a mitad del siglo XIX choca con la metrópolis y revienta la soberanía que se resuelve
con las armas.
En casi tres décadas, existe un proceso de cambio paulatino y se establece el nuevo régimen de
producción que finaliza en la primera década del siglo XIX, y la sociedad cubana se integra a un
nuevo estilo de vida en la economía azucarera devenida de la revolución industrial, que se conserva esplendorosa por más de dos siglos, y que fenece a partir de 1959, cuando se establece el
castrismo éste legitima la destrucción azucarera.
La oligarquía habanera, que llevaba medio siglo en el negocio y había acumulado capital
acrecentando sus fondos, ahogan a los pequeños y medianos productores que fueron asimilados
por los poderosos comerciantes de la usura, ya que éstos no poseían el engranaje -del embrionario capitalismo- en operaciones técnicas mercantiles.
Las condiciones excepcionales de microclima y tierras fértiles de la Isla, y la coyuntura internacional
favorable del azúcar, se revierten en el desarrollo preponderante de Cuba.
El azúcar, ocupa el primer lugar en los negocios del comercio mundial desde finales del siglo XVII,
y realzado en el siglo XVIII, en la era 1700 al 1760, y catapultado en las últimas tres décadas de
éste siglo, lo que favoreció la expansión de la manufactura azucarera cubana a lo largo del siglo XIX.
Los criollos cubanos, ni cortos ni perezosos, fueron importando los adelantos de la revolución
industrial, asentada en Inglaterra y Francia, y trajo como efecto modernizar la economía de
plantación de la caña de azúcar en la Mayor de las Antillas y el radiante boom azucarero, y como consecuencia prorrumpió una nueva clase millonaria, la bautizada sacarocracia.
El sacarócrata criollo de finales del siglo XVIII, y principios del siglo XIX, se formula en términos
burgueses, y va dejando su concepción esclavista. Tiene conciencia que el predominio azucarero
es una convocatoria a un nuevo modelo de producción y de manufactura superior, aunque teme
que con la abolición de la esclavitud, Cuba se arruine.
Pero la dinámica del siglo XIX fue disímil; el ingenio fue una hecho intelectual, estas fábricas
fueron una conquista del nuevo régimen capitalista. El siglo XIX, tuvo como precedente que fue
beneficiado por quince millones de pesos ($ 15 000 000) de inversión en la economía azucarera
cubana; esta fue la cifra más alta de que se tiene conocimiento sobre un negocio complejo
en América.
El boom azucarero cubano, se le escapó del método arcaico colonial español. Arango y Parreño
ridicularizó la superestructura ideada por la metrópoli y la calificó de inútil, definiendo al Consulado
como una institución de la Metrópoli que apaña la mayor parte de las ganancias de la burguesía
criolla, y ha degenerado por la forma de pillar las ganancias y de exportarlas a la metrópoli y
otra parte adquirida por el Capitán General y los oficiales, para su peculio personal en pingues
negocios.
El crecimiento azucarero colonial cubano no fue una orden de la metrópoli, sino que -a pesar
de ésta-, la nueva clase criolla, la sacarocracia de la Isla, impuso su impronta y desafío, y el
trapiche del siglo XVIII da paso a la gran manufactura del siglo XIX, y a las instituciones
azucareras, para potenciar ese auge. Las instituciones azucareras son el hecho revolucionario
que potenció ese boom azucarero.
También, emerge un centro de gravedad que tiene su génesis en Inglaterra con su revolución
industrial, y en Francia se desarrollaron las culturas, y el productor azucarero cubano se yergue
frente a la convulsa situación española de un imperio en decadencia, y nace una gremial conciencia
burguesa en la sacarocracia cubana.
La evolución ideológica fue un hito complejo; tal vez, no se den cuenta que es una nueva clase,
pero las normas del imperio esclavista, aunque decadente, éstas reglas las impone por fuerza la
metrópoli, y entre fuego cruzado la nueva clase del modelo de producción, y ser millonario sin
ser noble, deslumbra y confunde a la sacarocracia criolla, y ésta comienza a comprar títulos
nobiliarios y se fusiona el reformismo con esclavitud, y un extraño ritmo semifeudal en el orden
intelectual.
La corona, sectariamente en 1795 dicta el arancel de Gracias al Sacar, un método veloz y
expedito para adquirir nobleza; incluso, convierten mulatos en blancos; muere el racismo cuando
hay mucho dinero por medio, hay que desembolsar grandes sumas para ser noble. La Habana,
se llena de condes y marqueses, que se propagan por toda la isla. La Habana de hoy, aún las
calles conservan los nombres de esos “nobles”, ejemplo en Jesús del Monte: Márquez de la
Torre.
A partir del boom azucarero, Cuba adelanta a España en la acogida de tecnología de punta, y
modernos inventos para elevar el desarrollo y el crecimiento económico, elementos lujosos que
elevan el nivel de vida. El palacio habanero de Miguel Aldama fue un ejemplo de esos adelantos.
El sacarócrata, fue asimilando las nuevas formas de conciencia burguesa; la esclavitud fue el
modelo que zampaba sus médulas. Arango fue el primero en aquilatarla en 1791 cuando la
sublevación de los esclavos franceses. La sacarocracia cubana, tuvo de ideólogo a una figura
genial de América toda, al cubano Francisco de Arango y Parreño.
Nace en 1818 la cátedra de Economía Política en la América Hispana y prueba la fuerza prodigiosa
del boom azucarero, y con potencia arrasa las rancias instituciones de la Metrópoli, que se
registraban en bases y formas arcaicas.
Ya en 1837 el ferrocarril fue un fenómeno azucarero y se desarrolla en La Habana, se extiende
rápidamente a las provincias colindantes de Matanzas y Pinar del Río, lo que constituye la región
occidental; incluso, nace primero que en España, en paralelo a la economía azucarera, que va
de la mano. Cuba revela un regio complejo ferroviario, el más desplegado de un país ultramarino.
A la par, nace la información y la disciplina estadística, y al igual que el ferrocarril, ningún país
colonial exhibe un desarrollo en esta norma, tan necesaria para anteponer a las nuevas relaciones comerciales, económicas y eventos de transacciones financieras, que ya iba sentando las bases
del mundo globalizado.
En 1862, Carlos Robillo imprime los Estados Azucareros, el primer tratado de completa
recopilación estadística donde se registran las primeras siembras, después de la tumba del
bosque, con rendimientos agrícolas de 102 ton/hectárea. Hoy, en la Cuba castrista, no
supera las 45 ton/hectárea.
Así llegamos a la Cuba republicana, de 1902 a 1958, donde gracias a las series estadísticas
fundamentales y de producción se puede construir una evaluación del desarrollo azucarero
cubano y cómo influyó, en sentido general, en el desarrollo y el nivel de vida nacional.
El Colegio de Ingenieros Agrónomos de Cuba, publicó en la República Dominicana, en
1994, el libro Desarrollo Agrícola de Cuba, donde ofrece una serie de estadísticas confiables
de antes del castrismo:
El 56,7 % pertenecía a la caña de azúcar, 6,6 % al arroz, 5,3 % al café, 2,5 % al tabaco y
28,8 % de otras cosechas de viandas, vegetales, granos y frutales. También, contaba con una
desarrollada ganadería tropical, considera la mejor del mundo, que cifraba seis millones de
cabezas de ganado vacuno frente a la misma cantidad de habitantes.
La caña de azúcar es una planta de grandes potencialidades alimentarías y energéticas, que
cuenta con tecnología para su mecanización total. Sus derivados, son el elemento dinámico que
representa la columna vertebral del presente y del futuro. Cuba posee un micro clima idóneo para
el desarrollo de la gramínea; un balance integral de cuadros técnicos y profesionales, además
de obreros que dominan oficios altamente calificados, capaces y listos para revertir la hecatombe
azucarera castrista.
En el decenio de 1980 -el “esplendor” azucarero castrista-, se estabilizaron volúmenes de 7,5 á
8,0 millones de ton/anuales. El PIB se reportó en el 25 %. Hoy, no supera el 3%. Se creó una
infraestructura que permitía la autosuficiencia; se construyeron 8 nuevos Ingenios, que no eran
necesarios. El régimen comunista cubano sobre vivió gracias a la acción parásita que chupaba
petrodólares de la otrora URSS y el CAME (KOMECON). Hoy se repite, ante la Venezuela
bolivariana del caudillo Hugo Chávez, pero el rubro azucarero se encuentra descapitalizado y
Chávez en una dolencia crónica en fase terminal.
En el 2003, Fidel Castro ordenó desmantelar, y convertir en chatarra, 71 centrales de los 156
existentes, y ordenó vender las aleaciones estratégicas. Incluso, el otrora complejo Hershy, la
fábrica más moderna de Isla, que constituía un verdadero Complejo Agro Industrial -el CAI Camilo
Cienfuegos-, fue pasto de esa idea loca y destructora del Máximo Líder.
Hoy, de los 2 millones de hectáreas de la hacienda cañera, la mitad está cubierta por la plaga
bosque marabú; plantaciones de 3 a 10 metros, son verdaderos bosques de coníferas, de las
tierras más fértiles de la Isla.
Los Generales, que invadieron el rubro durante la década 1998-2008, se apropiaron de los ingresos
en divisas que le proporcionó vender las aleaciones: cobre, aluminio, bronce y níquel,
transacciones que transaron en dólares, y que generales y coroneles clavaron sus comisiones
en cuentas personales, mientras a los azucareros les pagaron en pesos cubanos, sin respaldo
para comprar incluso ni leche para sus hijos, en las tiendas justamente de los militares, las
célebres TRD.
De 600 mil azucareros, 350 mil fueron despedidos; los profesionales se recluyeron en otros
sectores, pero el turismo fue el receptor serafín del éxodo profesional altamente calificado. Los
campos cañeros fueron, y son, utilizados para sembrar alimentos para el autoconsumo, y vender
el remanente en la bolsa negra, mientras los marabusales tomaban fuerza y terminaron en ser
idóneo para cultivar marihuana en medio de una enrevesada maleza incapaz de ser detectada por
la policía.
El jefe del sector de la policía, es sobornado por una nueva economía de plantación que participa
en el lucrativo negocio, casi espontáneo y sobre todo seguro, de la marihuana en medio del
bosque de marabú; el cowboy de la hacienda ganadera también propaga el fenómeno del tóxico.
A la nueva clase se denomina sacarihuana, en alusión a la otrora despampanante sacarocracia.
Otro fenómeno es el juego de los gallos finos. Proliferan las vallas, que se encuentran en ese
vergel espinoso. Este vergel espinoso no sólo se encuentra en la hacienda cañera, sino en la
ganadera; incluso, Cuba contaba -según estadística oficial- en 1967 con 7 567 700 cabezas
de ganado bovino, y hoy no supera los 3 millones de cabezas. Los cubanos viven subalimentados;
y en la región oriental, famélicos y padeciendo de neuropatía, epidemia que se arrastra desde el
primer lustro de 1990, por déficit de leche y carnes rojas.
La zafra 2012, muestra los indicadores del descalabro azucarero: la norma potencial no superó
el 65 %; el indicador industrial no superó el 10,3 %, era norma de al menos el 12 %. El rendimiento
agrícola es menor de 45 ton/hec., y de los 86 centrales solo 42 tienen capacidad de hacer azúcar, expeditamente ineficiente. Además, la mitad del área está cubierta por la plaga bosque marabú.
El Batey Azucarero, es un emporio dañino a la ecología. En los últimos 12 años no se ha superado
el volumen de 1,5 millones de toneladas, producciones que se lograban a principios del siglo XX.
La economía azucarera fue la actividad de capital más lucrativa, y proporcionó la mayor fuente de
ingresos en divisas, al país, dinamizando los mercados financieros. Aportó la retroalimentación de
créditos por parte de la banca foránea, dado por la credibilidad de la fuerza motora productiva y
estable del rubro.
El azúcar ofreció trabajo a 600 mil azucareros y desarrolló la comunidad rural más próspera del
Caribe. Su obra multiplicadora está presente en 99 municipios de los 168 existentes. De los 11
millones 300 mil habitantes, 4 millones se fraguan en el Batey Azucarero. El azúcar aportó la
nueva cultura campesina cubana, asesinada literalmente por Fidel Castro y los generales, en el
decenio 1998-2008, década en que la industria recibió el tiro de gracia.
El canciller cubano informó en la 67 Sesión de la Asamblea General-ONU/2012, que el embargo
EE.UU. ha afectado por medio siglo $ 110 mil millones de dólares.
Sin embargo, durante el siglo XXI de producir zafras de 8 millones de toneladas, éstas no han
superado 1, 5 millones/ton. El precio/ton se ha comportado $ 600/ton. Se ha dejado de ingresar,
en cada zafra, al menos 3,5 mil millones de dólares, y en doce zafras, el efecto multiplicador
suma más de $ 45 mil millones/usd, dejado de ingresar por el descalabro castrista. El lastre
azucarero castrista es ya de 20 años.
Cuba demanda un vigoroso flujo de financiamiento, para dinamizar y desarrollar la industria
azucarera, calculado en al menos 5 000 millones de dólares y diez años para encumbrarla al nivel
en que se encontraba en 1958. El factor humano, el obrero azucarero y los cuadros técnicos y
profesionales, son virtuales y reales; además, Cuba acumula más de cuatro siglos de cultura
azucarera. El único impedimento para su desarrollo sostenible es el castrismo.
Esta valoración se realizó con la ayuda de un equipo de profesionales: Grupo de Expertos
en Economía Perspectiva, adscrito a la disidente ONG Sociedad Política de La Habana (SoPoHa).