Dictador y tirano es lo mismo. También: autócrata, déspota, absolutista, opresor y negrero. Y es la persona que gobierna o ejerce el poder en forma despótica, arbitraria y cruel, sin apego a las leyes o a la razón, según la Real Academia Española. O sea, es la persona que se aprovecha de su poder en el gobierno para hacer lo que le da la gana, y durante tiempo indefinido. Las consecuencias, por supuesto, las paga el pueblo con la pérdida de la libertad con la esclavitud política, psicológica, física y económica, en provecho del dictador y sus secuaces.

Dictadores han existido como arroz picao. Hasta en el siglo XXI tenemos dictadores. Más menos 40, según George Ayittei, presidente de la Free África Foundation, publicados en la revista Foreign Policy 2010. De estos 40, que nada tienen que ver con Alí Babá y sus 40, la mayoría son de África y de Asia Central y, únicamente 2, de América Latina. Y son aliados o amigos, casi todos. Los africanos y asiáticos son los más eminentes y ocupan los primeros lugares. Verbigracia: Kim Jong, de Corea del Norte, con 16 años en el poder; Robert Mugabe en Zimbabwe, con 16 años; Omar Hassan Al-Bashir en Sudan, con 21 años; Isaías Afwerki de Eritrea, con 17; Mahmoud Ahmadinejad de Irán, con 6; Melés Zenawi de Etiopia, con 19 años; Aleksandr Lukashenko de Belarus, con 16 años; Muammar Al-Qaddafi de Libia, con 41 años; Bashar Al-Assad de Siria, con 10 años; Hosni Mubarak de Egipto, con 30 años; y otros. Los 2 latinoamericanos son: Hugo Chávez de Venezuela, en el puesto número 17, con 12 años en el poder, y Raúl Castro de Cuba, en el puesto número 21, con sus 52 años de revolución cubana.

Los dictadores tienen otras cosas en común. Son responsables de la práctica de cualidades innobles, como irrespeto frío y calculado a los derechos humanos; traición cultural, equivalente a traición a la patria, y devastación económica, en base a su apoyo casi exclusivo en las Fuerzas Armadas. En consecuencia, la población sufre un proceso secuencial que implica la tolerancia a los desmanes del régimen, la ruina económica y social y, como el estallido de un volcán, la reconquista indetenible por la libertad. Sirvan como ejemplos los procesos políticos actuales de algunos países como Túnez y Egipto, revueltas iníciales en Siria, Irán y Libia.

Nuestro país, por su parte, se encuentra en plena fase de tolerancia de los desmanes del Gobierno ante las expropiaciones, la violación de la Constitución Nacional, liquidación de la propiedad privada, atropellos contra la libertad de expresión y otros desmadres más; y se está implantando la fase de ruina económica con alta inflación, alta importación, baja exportación y negativo crecimiento económico. Pero se ha iniciado la fase de reconquista de la democracia con 3.297 protestas de los venezolanos en el 2009; y 2.592 en 10 meses del 2010 y continúan en el 2011 a pesar de la criminalización de la protesta hecha por el Gobierno. O sea, el venezolano ha perdido el miedo para reclamar sus derechos.

Ante estas circunstancias, y ante la posible influencia de los sucesos de los gobiernos dictatoriales de Túnez y Egipto, el Gobierno venezolano ha puesto sus barbas en remojo. Ha remachado públicamente la condición política de la Fuerza Armada de este país, en violación pública del artículo 328 de la Constitución Nacional vigente. Es colmo.

O sea, en palabras de mi pueblo: cuando gritan los pueblos, tiemblan los dictadores.